Tuve una plática con el diablo.
una de esas que se tienen a media noche
para que se pruebe la valentía del que escribe,
para que tenga oportunidad de aparecer.
Pero fue una como otras:
con soliloquios como emblema,
como intermedio
y como cierre de concierto.
En el Este aleteaba el canto de un gallo,
virus, de Björk,
un grillo que hacía poemas al amor
y las estrellas que moran en mi ayer,
donde se agrieta el recuerdo
tan suficientemente que haya tanto,
que no quepa nada.
Que sea basto,
poderoso,
por arriba del sol.
entre estrellas de cristal.
Luego, al cerrar mi mente,
con la parsimonia de la paz
y una piel de frío que me hizo la vida,
me abrigue de desvelo,
cuando se iba el diablo.