El destino dio vuelta a nuestra página,
la soledad se abrazó de mi tiempo,
invadió cada rincón de lo que soy,
tu recuerdo sigue cantando en mi memoria,
sangra aún, no tenerte cerca.
Lo quise todo contigo,
atesoré correr juntos por el día y por la noche,
dormir debajo de tu abrazo
y sentirme en ti y contigo.
Revivo mil y una sensaciones
de cada gota de ansiedad moviéndose entre los dos,
aún vaga por mi lengua el sabor de tus besos,
de ti y de tu historia conmigo.
Me di completo a tus manos,
fui violento en mi silencio y manso entre tus deseos,
comprimiste demasiado este dócil ser,
ahogaste con el sudor de tus manos
el amor que se tejía desde mis sueños,
hasta el mediodía, bajo la lluvia de agosto.
Te extraño entrecruzado a mi destino,
olvidando la prisa del tiempo entre mis brazos,
renunciando a tu pasado con los besos de mi boca,
entre los recónditos latidos sincronizados,
que pulsan desde tu corazón al mío,
sobre el puente de nuestras manos,
sobre la vida que corre en sigilo,
en un vaivén desde el origen hasta el fin,
a la velocidad de la sangre.
He curado mis heridas, pero sigo sanando,
probando la fuerza de mi resistencia,
abriendo de nuevo las alas de la esperanza.
Has tocado mi puerta,
pero sigues siendo sólo un espectro,
una lejana sombra del núcleo en tu esencia.
Te quiero completo, no por partes,
envuelto entre olvidos inducidos,
en escapes de madrugada,
entre mentiras cargadas de desgano,
ni en amaneces despertando sobre tus propios dolores.
No sé si la historia deba de ser sólo justa
o sólo conveniente,
pero nos ha juzgado con el peso de nuestros actos.
No quiero la sanación de tus desastres entre mis sábanas,
quiero nuevos sabores en mis mañanas,
quiero atardeceres en tus brazos
y quiero más, de todo lo que hasta ahora no has dado.