Cada mañana,
desde hace un ciclo de años,
te dedico un kilo de palabras,
que no escuchas;
un ramillete de intenciones
que lanzo al aire
y siete mil metros
de ‘te quiero’,
que se esconden
en el soplo del viento
que viaja hacia ti.
Van dibujando una estela sonora
que a veces parece llanto
y otras,
es un tono del alma,
melodía de amor
y añoranza.
Para que encuentres
cómo volver
a donde estoy.
Sentado con una taza
llena de recuerdos,
de donde bebo
cada que te extraño,
cada día
soy un kilo más flaco,
espero pronto tu llegada,
y comer de ti,
robustecerme con tus caricias
y que mi taza
se desborde de ti,
de tu nula ausencia.
Y por cada impulso
de mi corazón,
aumenta siete mil ‘te quiero’
que van peregrinos
buscando el nido en ti.