Concentrado, como el calor en lo más hondo del volcán,
como un amor nunca expresado
que suele ser demasiada carga, al final del día.
Sofisticado, con el volumen exacto
de la templanza de cada voluntad.
Como haber asistido a una escuela de monjas,
y haberse dejado empolvar las creencias, con las suyas.
Poderoso, como cada átomo del cuerpo: un híbrido perfecto del tiempo y de la materia.
Como desahogar las penas donde nadie escucha, en el ombligo del silencio, ahí donde el alma se reconoce, estando a solas.
Oscuro, como ese secreto del que no hablas y que guardarás contigo.
Como haber querido que se acabara el mundo, aquel día cuando terminó aquel tu primer amor adolescente;
como cuando dices que sí, queriendo decir que no.
Bizarro, como ese deseo ferviente que te quema el pecho, que se columpia desde tus días hasta tus sueños.
Cómo cuando tu mente urde cualquier mentira,
que aunque puede ser piadosa, sigue siendo un engaño.
Lo tenemos, sin pedirlo;
lo usamos, sin conocerlo;
lo llevamos y nos lleva,
somos lo que ese Poder en nosotros, Es.
Soy lo bueno y lo malo,
lo alegre y lo triste.
Soy lo despierto y lo dormido, humilde y también ególatra.
Soy el que da y el que quita, el que ayuda y el que entorpece.
Soy el inteligente y el tonto, el que enseña y el que aprende.
El que es formal y el que juega.
El que ama y el que odia.
El que perdona y el que toma venganza.
El inocente y el pervertido.
Soy dios y también, soy el diablo;
justo así: A imagen y semejanza.